Sin una presencia internacional masiva serán imposibles los primeros pasos del plan de paz para Medio Oriente patrocinado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia y conocido como hoja de ruta, dijo a IPS el dirigente del partido pacifista israelí Haim Oron.
Ese plan prevé el cese del fuego inmediato, el desmantelamiento de los asentamientos, el control de los grupos radicales palestinos y la constitución de un Estado palestino independiente para 2005, entre otros puntos.
En entrevista con IPS, Oron afirmó haber perdido confianza en el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Yasser Arafat, y dirigió severas críticas al primer ministro israelí Ariel Sharon.
Oron, de 63 años, es una de las voces más claras de la oposición izquierdista al gobierno de Sharon y uno de los tres líderes máximos del Meretz, que pasó de contar con diez diputados en el parlamento unicameral de 120 escaños, a sólo seis en las elecciones del 28 de enero.
Diputado desde 1988, fue fundador del movimiento Paz Ahora, que al igual que Meretz, pide un retiro total de Israel de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, el desmantelamiento de los asentamientos y una solución negociada que conduzca a un Estado palestino.
—¿Qué opinión le merece la nueva situación con el primer ministro Abu Mazen?
—Abu Mazen intenta iniciar algo nuevo. Israel puede ayudarlo. No me refiero a que lo abracen y digan aquí está nuestro Quisling*. Pero puede mostrarle que se toman ciertas medidas que calmen las cosas en el terreno, de modo que los extremistas queden cada vez más aislados, o puede llevar a cabo acciones que lleven a que todos apoyen a los radicales y, de ese modo, Abu Mazen no podrá hacer nada. Y, para decirlo delicadamente, no tengo certeza alguna sobre cómo actuará Israel.
—¿La llamada hoja de ruta cambiará la situación?
—No lo sé. Realmente ya dejé de comprender qué quiere Sharon. Y como no puedo saber qué quiere, lo mejor es escuchar qué dice la derecha, como por ejemplo un artículo de Israel Harel, de los líderes de los colonos, bajo el título La hoja de ruta no es tema de negociación. O escuchar lo que dice el ministro de Transporte Avigdor Liberman, de la extrema derecha. Cuando los oigo, ¿quizás estoy escuchando a Sharon? Hace años me están asegurando que hay un nuevo Sharon, que todo el año anda con máscara, pero que está a punto de quitársela. Sigo esperando. Admito que no veo cómo el gobierno, en su composición actual, con un primer ministro con las posturas de Sharon, puede conectarse con el mapa de rutas, colocar los temas sobre la mesa y empezar a debatirlos. Lo que hacen es crear continuamente una situación en la que no haya mesa, para no poder sentarse a hablar. Es lo que han estado haciendo en los últimos dos años y medio.
—Se vuelve a hablar de planes para solucionar el conflicto, pero de hecho las partes están sumidas en una seria crisis. ¿Se puede hablar de reparto de culpas por el fracaso del proceso de paz? Y a usted, como uno de los líderes de Meretz, debo preguntarle cómo influyó ese fracaso en el debilitamiento de la posición de la izquierda israelí.
—Son dos cosas separadas. El fracaso del proceso de paz se debe a varios factores. El primero fue Arafat, pero también cumplieron su rol el gobierno de Israel, el entonces primer ministro Ehud Barak, la política de Estados Unidos y otros elementos. A mi criterio la pregunta principal no es esa, sino por qué el fracaso de las negociaciones condujo al estallido de la intifada (en septiembre de 2000). Arafat encabezó un proceso violento que dura ya más de dos años y eso es lo que llevó a la seria crisis que vive la izquierda israelí. No quiero minimizar en absoluto su responsabilidad. Barak, con ayuda en gran medida del entonces canciller Shlomo Ben- Ami, logró fijar en el público israelí la idea de que no hay con quién hablar. Y si no hay con quien hablar, el más indicado para asestarle unos golpes en la cabeza a Arafat es Ariel Sharon.
—El público israelí se movió hacia la derecha…
—Sin duda. Por un lado hay una tendencia sumamente fuerte hacia la derecha. Y por otro, se notó una tendencia a adoptar posturas que antes eran consideradas muy de izquierda y que ahora se captan en el propio partido (gobernante) Likud, como el apoyo en principio a la creación de un Estado palestino. En el pasado, nosotros y los que se situaban a la izquierda de nuestras posturas, éramos los únicos que hablábamos en esos términos. Pero hoy la situación es diferente. La mayor parte de la población, incluyendo más de 60 por ciento de los votantes del Likud, apoya el desmantelamiento de asentamientos. O sea que por un lado adoptaron propuestas más de izquierda, pero en su votación se movieron hacia la derecha al elegir el partido.
—¿Compartía usted la sensación de que no había con quién hablar del lado palestino?
—No existen situaciones en las que no hay nadie con quien hablar. Si se pregunta si acaso era posible llegar a un acuerdo con la Autoridad Palestina cuando al frente estuviera Arafat, en mi opinión ello no es posible. Pero la política implementada por el entonces jefe del Ejército, Shaul Mofaz, hoy ministro de Defensa, era de quebrar a los palestinos, aunque Sharon lo expresa con mayor delicadeza. El jefe del ejército lo dijo claramente: estamos en la etapa de la represión total de la violencia palestina y recién cuando ésta termine se podrá hablar de negociaciones.
-Y usted dice que las cosas no tienen que ser absolutas.
—No pueden serlo. No puede llegarse a un punto en el que todos los palestinos o todos sus líderes se suban juntos a un techo y proclamen en coro: Nos rendimos y venimos todos juntos a dialogar. Eso no sucederá. Ahora que se intenta hablar con (el primer ministro) Abu Mazen, ¿acaso el jeque Yassin, jefe de Hamas, ha cambiado en algo sus opiniones? ¿Rantisi, uno de los jefes de Hamas en Gaza, modificó las suyas? ¿Y otros sectores radicales palestinos? Más aun: cuando Sharon mandaba a su hijo a hablar con Arafat, ¿acaso no sabía exactamente con quién estaba hablando y qué pensaba Arafat? Esta es en realidad la verdadera discusión sobre las negociaciones con los palestinos.
—-¿Cree que con Arafat no se podrá llegar a nada?
—La verdad es que hemos tenido demasiadas decepciones. En no pocas oportunidades, diversos interlocutores palestinos nos decían que avanzáramos y que Arafat daría su visto bueno, pero eso no ocurría. Es difícil decir que algo es totalmente imposible de ahora en adelante, porque en principio cosas pasadas pueden cambiar. Pero sí puedo asegurar en forma categórica que hay que intentarlo, todo el tiempo.
—Volviendo a Sharon, uno de los principios básicos de su política fue exigir cero violencia. ¿Usted cree que esa es una postura de principio o tiene como intención ganar tiempo? ¿O quizás simplemente Sharon no sabe cómo actuar?
—No sé. Dijimos muchas veces que Arafat no quería hacer las cosas. Hubo quien dijo luego que quería, pero no podía. Y en determinado momento vimos que el problema existe tanto si no quiere como si no puede. ¿Por qué no decir lo mismo de Sharon? Israel ha combatido el terrorismo, hay que hacerlo, pero también ha destruido a la Autoridad Palestina. Y es muy difícil derrotar totalmente al terrorismo. Ahora quieren que Abu Mazen demuestre que él tomará medidas prácticas contra el terrorismo, que se esfuerza.
—¿Cree que es malo para la paz que la Autoridad Palestina se desmorone y surja otro liderazgo en su lugar?
—Es muy malo que la Autoridad Palestina se desmorone, porque sus sustitutos posibles son sólo dos: un gobierno militar israelí o los integristas de Hamas. No hay una tercera alternativa.
—¿Y cómo se sale de esta situación ?
—Hemos llegado a la conclusión de que en este caos es necesario que haya intervención extranjera, una presencia internacional masiva. No creo que se pueda llegar al primer punto de reducción de la violencia a proporciones muy bajas ni a la evacuación de asentamientos, sin que haya aquí presencia internacional.
—¿Cree posible la creación de un Estado palestino independiente en 2005, según el cronograma de la hoja de ruta?
—El uso de la expresión Estado palestino es un tanto problemático. Sharon, a fin de liberarse de las presiones, dijo que él puede aceptar un Estado palestino interino, en fronteras nada claras, ya en la primera etapa. Pero para él lo temporario debe durar diez años. Lo diré de otra forma: el apoyo a un Estado palestino dejó hace tiempo de ser una carta con la que Israel puede jugar. Tiempo atrás, dije en una conversación con un palestino: Sabes que yo quiero que haya un Estado palestino. Sólo tengo un pedido. ¿Cuál?, me preguntó. Avísennos con dos días de anticipación, para que podamos ser el primer país que reconozca al Estado palestino. Pero si lo que vamos a ofrecer es un Estado palestino, como dijo Sharon, en 42 por ciento del territorio, no habrá más que cuatro o cinco distritos con carreteras, túneles y puentes para que cada uno se comunique con el otro. ¿Quién estará dispuesto a negociarlo?
—¿Usted realmente cree que hoy encontrará a un ciudadano israelí común, no un líder del Meretz, que diga sería un placer para mí que seamos los primeros en reconocer al Estado palestino?
—La calle no aplaudirá hoy un Estado palestino. La calle no aplaudirá hoy nada que sea palestino. Admito que esa frase, deme el placer de ser el primero que los reconozca, parece de otra dimensión, pertenece a otra época. Ese no es hoy el ambiente. Pero el problema principal no es la calle, sino el sistema político.
—¿Se puede invertir el proceso?
—No será fácil. El precio pagado ha sido muy alto. Pero creo que en la sociedad palestina hay amplios sectores que comprenden que el precio de seguir en la situación actual es para ellos realmente catastrófico. Y yo espero, por el bien de ambas partes, que haya cambios drásticos, porque así, realmente, no podemos seguir.
* Vidkun Quisling, político noruego que contribuyó activamente con la invasión alemana a su país en 1940. Su nombre se convirtió en sinónimo de colaboracionista. (